¿Por qué la naturaleza es terapéutica?

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Biofilia

El término “biofilia” fue acuñado por primera vez por el biólogo Edward O. Wilson, quien lo definió como el impulso de asociación que siente el ser humano hacia otras formas de vida.

Este término es la piedra filosofal de la razón por la que la naturaleza nos puede hacer sentir bien e incluso ser terapéutica. Al fin y al cabo, somos parte de la naturaleza por lo que la sensación que algunos sentimos de conexión y bienestar en ella no es algo inusual. Esto se debe a que la naturaleza tiene la capacidad de fomentar que pongamos en funcionamiento nuestro sistema nervioso parasimpático, encargado de hacer posible que nos relajemos. Y es por ello que también hace que nos disminuya la frecuencia cardíaca y la presión arterial.

Nuestro sistema nervioso se calma ante lo conocido y lo familiar. Existen diferentes ejemplos de esto, como pueden ser pacientes que, tras someterse a una operación quirúrgica y estar en una habitación con vistas a la naturaleza, se recuperaban antes que otros que tenían vistas a un muro de ladrillo. O pacientes que en sus estancias hospitalarias pudieron disfrutar de la compañía de perros de terapia, tenían una presión arterial menor que los que no.

Naturaleza como sostén emocional

Por otro lado, si entrenamos nuestra capacidad observadora con consciencia, la naturaleza permite que nuestro cerebro pueda ver procesos que para nosotros pueden llegar a ser complejos a nivel vital, de una manera más concreta. Procesos como los cambios, la muerte, los duelos, el crecimiento o envejecimiento, en la naturaleza encuentran referencia y sostén. Y esto, otra vez, tiene la capacidad de hacernos entrar en calma.

Por último, nuestro sistema inmune es sensorial y se encuentra en intercambio permanente con el sistema nervioso y hormonal, además de con el ambiente. De toda esta interconexión depende en buena medida nuestra salud. Un ejemplo curioso de esto, pueden ser los “terpenos”, unas moléculas emitidas por las plantas para protegerse y comunicarse entre sí (comúnmente utilizadas para generar los aceites esenciales), a las cuales nuestro sistema inmune es sensible.

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